sábado, 23 de octubre de 2010

Crónicas de la Ciudad Dormida: capítulo 5

¡Por fin! Después de tanto tiempo, el capítulo 5 está completado. Espero que os guste mucho. Llevaba algún tiempo queriendo llegar a esta parte de la trama. Bueno, pero no os voy a spoliear el capítulo, así que aquí os dejo con el capítulo de hoy, ¡comentad!


5
LAS LEYES INAMOVIBLES


“Cuando un Sitiens se entrena, se hace fuerte, rápido. Cuando consiga con maestría el manejo de las armas blancas, sea capaz de identificar el olor de su presa, fundirse con las sombras y hacerse uno con ellas, entonces será maestro. El poder del Sitiens reside en su fuerza. Su cuerpo es su mejor arma y la sangre de los humanos la fuente de su poder.

Cuando una Parca aprenda a analizar el entorno que la rodea, a almacenarlo en su mente y expandir la muerte y la destrucción a su alrededor con la potencia con la que el viento arrasa la tierra e impulsa el mar que erosiona la roca y expande devastación, entonces será maestro. La fuerza de la Parca está en su ferocidad y el alma de los humanos alimenta su fuerza.

Cuando un Veterator sea capaz de pudrir la madera y oxidar el metal. Cuando consiga convertir a la más bella de las jóvenes en una anciana decrépita y a las puertas de la muerte entonces será maestro. Su poder se encuentra en su propia vida, en la propia muerte, el cuál aumenta con la salud y vigor de los humanos, y los hace suyos para incrementar su poder.

Pero ¿cuándo alcanza el Handhaber la maestría? ¿Lo hará acaso cuando consiga levantar a la más pesada de las criaturas? ¿O tal vez cuando sea capaz de hacerse levitar a sí mismo? La fuente de su alimento reside en lo más profundo de la mente en su término más abstracto, y su fuerza no se mide como la de los Sitiens. Tampoco mata ni acorta el tiempo de vida, como el Veterator, ni destruye como la Parca…”

Aún recuerdo cuando el primer año en la Academia una profesora, la más sabia de la que allí aprendí y a la que siempre guardaré en mi memoria, nos leyó este fragmento de Las Criaturas Luminosas, el libro que sentaba las bases de las cinco especies con alma y razón que habitan juntas en la Tierra y con el que estudiábamos en clase. Yo podía recitarlo de memoria.

“En el mundo existen cinco tipos de seres inteligentes que habitan y conviven en relativa paz y armonía sobre la faz de la Tierra: Humanos, Sitiens, Handhaber, Parcas y Veterator. Los cuatro últimos están dotados de capacidades que los humanos nunca han sido capaces de imitar. Pero los cuatro, Sitiens, Handhaber, Parcas y Veterator, tienen algo en común: para usar sus poderes tienen que alimentarse de una parte de los humanos, si no quieren que al usar sus poderes enfermen y mueran.”

Fue escrito por cinco sabios en los primeros tiempos en los que las especies usuarias hicieron su aparición en la historia. Sus nombres desaparecieron con el paso del tiempo, nombres que ya nunca nadie recordó. Allí fueron por primera vez recopiladas las características básicas que regían la genética de las cinco especies. En él, se encontraban las tres normas, las Leyes Inamovibles que limitaban nuestras existencias y capacidades, y que ninguna criatura había violado hasta el momento:




1. De la unión de un usuario y un humano se engendrará un humano. De la unión de dos usuarios surgirá otro usuario perteneciente a la especie del progenitor más puro.
2. No podrá existir mestizo alguno que albergue dos poderes en su interior.
3. El usuario que no se alimente de los humanos en el aspecto propio de su raza al menos una vez en su tiempo de vida morirá antes de los diez años de edad, dependiendo de la fuerza de la criatura.

Nadie podía romperlas, e intentarlo era una monstruosidad, ya que estaba considerada una mutación aborrecible, además declarada ilegal por las leyes de todos los países del mundo.


Los recuerdos volvían a mí cada vez que deslizaba mis dedos entre las páginas de mi ejemplar de Los Seres Luminosos, y cada vez que lo abría y leía me hacía la misma pregunta. ¿Por qué los cinco sabios habían decidido bautizar al conjunto de Humanos, Sitiens, Veterator, Parcas y Handhaber con ese nombre que titulaba su obra escrita?
Desde que el mundo es mundo grupos de usuarios han intentado esclavizar a los humanos. Cada especie ha defendido su supremacía sobre las demás, sin excepción. Aunque en ese momento nuestro país gozaba de un periodo de relativa paz, siempre nos habíamos matado entre nosotros. ¿Cómo podíamos ser, entonces “Criaturas Luminosas”? Se escapaba a mi entendimiento, cosa que me frustraba. Tras varios años haciéndome la misma pregunta, decidí olvidarla.


Después de salir de la mansión Blackswan, me volvieron a montar en el coche y les pedí que me dejaran en la estación. Como ya había supuesto, Quirina ya no estaba allí, y decidí volver a pie a casa de Gael, en el campo. Me encontraba a quince minutos a paso de Sitiens del pueblo, y a tres cuartos de hora de la casa. Pensé que me vendría bien un paseo y eché a andar.

Dos horas después Quirina me encontró llorando en un callejón de Dorset. Ella me llevó a casa, me metió en la cama y me dijo que descansara.


Aunque pensé que no podría conciliar el sueño esa noche, dormí a pierna suelta hasta aproximadamente hasta las cinco y media de la mañana. Fue cuando me di cuenta de donde estaba: aquellos muebles desgastados y aquellas maquetas de hidroaviones pertenecían al cuarto de Gael. No me extrañó el hecho de que estuviese allí, porque, pensando bien, era la única cama disponible. La casa era pequeña y solo tenía dos habitaciones, una de las cuales había pertenecido a los padres de Gael y había permanecido cerrada desde el día de la tragedia. Había pasado allí muchas veces, cuando de niños los tres dormíamos juntos (o más bien, pasábamos toda la noche jugando). En esas noches dormíamos arrebujados en aquella cama, que era bastante grande para tres niños pequeños. Quirina y yo dormíamos con la cabeza junto al cabecero, y él en posición inversa. Nos gustaba jugar a la guerra, siempre contra el pobre Gael, que, siendo superado en número por el enemigo, siempre perdía o se veía obligado a batirse en retirada. La batalla acababa cuando su madre aparecía en la puerta con el ceño fruncido y las manos en las caderas en gesto autoritario. Entonces, ambos bandos hacían un alto el fuego para fingir un profundo sueño frente al temible alto mando.

Me incorporé y me acerqué al cajón de la mesilla. Sabía que Gael guardaba un ejemplar de Las Criaturas Luminosas allí. Lo cogí y empecé a leer, suponiendo que a esas horas no habría nadie despierto en la casa. Después de algunas páginas, alguien muy cerca de mí dijo:
-¿Ayer me tuviste buscándote hasta las tantas y ni siquiera puedes darme los buenos días?
Sobresaltada, alcé la vista. Estaba sentado en la mecedora en el otro lado de la habitación y me observaba fijamente. Había crecido varios palmos desde la última vez que le había visto, sus hombros eran más anchos y sus rasgos se acercaban ahora más a los de un adulto. Su pelo negro estaba revuelto y le caía sobre los ojos exactamente igual que siempre, y sus dulces ojos azules brillaban reflejando el sol del amanecer. El niño que conocí era ahora un muchacho.
-¡Gael! ¿C-cuanto tiempo llevas ahí?- dije completamente sonrojada subiendo la manga de mi camisón, que se había deslizado por mi hombro casi hasta el codo y a la que no había prestado mucha atención hasta el momento. Se levantó de la silla y volví a dejar el libro en la mesilla, algo cohibida, porque, aunque fuera el de Gael, había pasado la noche en la habitación de un chico con él a apenas dos metros.
Tras el pequeño susto, salté de la cama y le abracé. Se veía cansado y parecía que había dormido en aquella silla. Por las pintas, parecía no haberse cambiado de ropa desde el día anterior. Aún conservaba el agradable olor a verano y pan recién horneado que yo recordaba. Lo aspiré tanto como pude, reviviendo momentos que habíamos pasado jugando a los dragones y los caballeros, en los que siempre Gael era el dragón, yo la princesa y Quirina el caballero de la brillante armadura.
-Nos tenías preocupados a todos- dijo al fin, separándose y cubriéndome con la manta que él había usado durante la noche-. Quirina vino a casa muy asustada diciendo que no te encontraba, y llamamos a la policía. Te buscamos durante horas hasta que ella te encontró y te trajo aquí. Cuando yo llegué ya estabas dormida.
- Siento muchísimo haberos preocupado tanto. Surgió…- bajé la vista al suelo, sin saber explicar muy bien lo que había pasado- … algo.
- No me vas a decir que pasó ¿verdad?
En sus ojos había comprensión, pero también dolor. Esperaba que siguiera confiando en él, y yo quería contarle todo, pero…
-… No sé si debo decirlo… aún.
- No pasa nada- dijo poniendo la mano en mi mejilla-. Está bien. Sólo dime qué le contamos a Quirina para que no se ponga histérica.
-Mmmm… creo que diré que me apeteció dar un paseo.
Gael sonrió.
-Está bien.


Después de eso, tomé un baño y después bajé a desayunar. Cuando llegué allí, además de Quirina y Gael, había un hombre de unos cincuenta años sentado a la mesa. Los tres conversaban animadamente mientras se atiborraban a bollos y café.
-¡Buenof díaf, Lyla!- dijo Quirina con la boca ocupada en una napolitana (o quizá fueran dos…)- ¡Fiéntate, aún quedan churrof!
-No tengo mucha hambre…
-Tonterías- dijo Gael prácticamente colocándome en la silla-. Ahora mismo te bebes un vaso de café.
-Bueno… está bien.
-¿Qué demonios estuviste hiciendo ayer?- inquirió Quirina después de tragar.
-Dando un paseo- dijimos Gael y yo al unísono. Ella no dio muestras de que la hubiéramos convencido y siguió con su ingente desayuno.

-Haré las presentaciones- dijo Gael refiriéndose al hombre, que observaba divertido la escena- Lyla, este es mi tío Marcoh. Viene del oeste.
-Así que esta es la pequeña de Marianne y Yoaquim Icewolf. Te pareces mucho a tu padre- dijo él.
-¿C-conoció usted a mis padres?
-Sí. Bastante bien además. A tu padre cuando tenía más o menos tu edad. Es un placer conocerte al fin.
-El placer es mío, señor- ¿qué hacía ese hombre ahí? Aunque era el tío de Gael, no había oído hablar de él en mi vida-. Y, exactamente, ¿qué relación tenía usted con mis padres?
Marcoh sopesó mucho sus palabras antes de decir nada. Aproveché ese instante para poder analizarle. Su rostro era agradable, con algunas arrugas en la frente y junto a los ojos, que eran refulgentes y dorados, de Handhaber puro, como nunca los había visto antes. Ni siquiera los de aquella muchacha llamada Anne podían llegar a tener ese brillo. Aquello me pareció algo sospechoso. Su pelo estaba bien peinado, hacia un lado, y las canas empezaban a aflorar en la parte delantera. Vestía un jersey color burdeos que distaba mucho de estar nuevo. Todo en aquel hombre era agradable, cálido y simpático.
-Se podría decir- dijo tras una breve pausa-, que yo era el maestro de tu padre.
¿Maestro? Si mis padres vivieran, sus edades distarían en menos de diez años con la de ese hombre. Además, la maestra de mi padre fue su madre, que era profresora. Continué con el interrogatorio.
-Y ¿es usted tío directo de Gael?
-Sí, soy el hermano de…
- Mi madre- dijo Gael.
-Así es. El hermano de su madre.
-Debo admitir, señor Marcoh, que nunca había oído hablar de usted.
Marcoh se encogió de hombros y removió su taza. Quirina, que continuaba con su banquete mañanero, observaba el bombardeo desde su lado de la mesa. Después de un rato, Gael salió en su defensa.
-Mi tío vino del oeste hace unos seis meses, hasta ahora apenas le conocía, por lo que es normal que no os hablara de él.
Estaba claro que mi amigo estaba algo hastiado de mis preguntas, porque las lanzaba como cuchillos. Era uno de mis rasgos, y que solo Gael, Quirina y muy pocas personas más podían advertir. Los desconocidos ni se daban cuenta de mi escondida agresividad, y la verdad es que yo tampoco notaba nada hasta rato después.
-Marcoh, ¿me permitiría hacerle una pregunta más?- dije, mientras Gael ponía los ojos en blanco y mascullaba algo como “esta chica no tiene caso”.
-Claro, chiquilla, desembucha.
-¿Cómo es que si el abuelo de Gael, su padre, era una Parca pura, su abuela una humana y, por lo tanto los hijos de ambos humanos, es usted un Handhaber puro?




Abuelo °° Abuela
(Parca) (Humana)

Padre °° Madre _______ ¿Marcoh?
(Humano) (Humana) (Handhaber)

Gael
(Humano)

jueves, 5 de agosto de 2010

Crónicas de la Ciudad Dormida: capítulo 4

Bueno, por fin está aquí el capítulo 4 de Crónicas de la Ciudad Dormida. Este ha sido un capítulo que me ha gustado mucho escribir, porque, la verdad, es que voy totalmente a lo loco. Al acabar el capítulo 3 ni siquiera sabía el por qué del "secuestro". Espero que os guste. Y espero también que ésta vez comentéis, porque ¡nunca comenta nadie!. Deseo saber vuestras opiniones sobre la historia, los personajes... bueno, sobre todo. ¡Postead por favor!


4
UN PASADO OSCURO


Un rato después, el coche paró frente a una mansión de aspecto palaciego. En ella se mezclaban grandes columnas de mármol, enormes ventanales y hermosas vidrieras que desde la lejanía resplandecían con el sol liberando brillantes colores resplandecientes. En la fachada se apreciaba un fresco que representaba elegantes figuras danzantes que flotaban al son de una melodía detenida hace tiempo y en el centro del cual estaba representado en relieve el emblema de la casa de Blackswan: el cisne negro sobre el refulgente cielo escarlata.
Me hicieron bajar del vehículo y avanzar hacia la gran mansión. Giovanni y Anne caminaban a mi espalda, mientras Andrea se movía a saltos de bailarina delante de nosotros. Los jardines a nuestro alrededor se extendían más allá de lo que mis ojos podían alcanzar. En él se cultivaban flores y árboles frutales de todas las especies posibles, algunas incluso desconocidas para mí.
Pero tanta belleza y clase condensada no me hizo olvidar el miedo que sentía: estaba en un lugar extraño, rodeada de gente extraña en unas circunstancias también extrañas. Rezaba para que Quirina hubiera reparado en mi ausencia y comenzado una búsqueda, aunque ni yo misma supiera con mucha exactitud donde me encontraba y no tenía mucha esperanza en que Quirina llegara a pensar en la posibilidad de secuestro. En las afueras Dorset había una gran parcela cuya entrada estaba velada a todo el mundo en la cual yo ya estaba casi segura de estar. Sus dueños habían permanecido en el anonimato hasta ese momento. El número de hectáreas que ocupaba era una verdadera leyenda urbana en todo el condado: la cifra oscilaba entre mil y un millón. ¿Y si ni siquiera la policía era capaz de encontrarme allí?
Crucé el umbral de la casa y un agradable aroma dulzón impregnó mi olfato y el resto de mis sentidos. Olía a todo lo lujoso, majestuoso y elegante que pudiera existir en el mundo. Esa casa era el orden, cada detalle parecía cuidadosamente pensado para encajar en su sitio. Los muebles blancos eran iluminados por los colores de las vidrieras que se veían desde fuera dando la sensación de estar en un palacio hecho de luz. Por los pasillos se veía a algunas criadas con sábanas blancas en los brazos o jarrones de porcelana con rosas frescas, el chico de los recados que volvía del pueblo y un muchacho que leía en uno de los salones, todos se movían como si fueran engranajes de una máquina perfectamente sincronizada.
Giovanni y Andrea se apartaron, dejándonos solas a Anne y a mí. Ella pasó a caminar delante y me guió por unas escaleras de caracol que subían en espiral hasta el infinito. Después me guió por un laberinto de pasillos adornados con innumerables cuadros, espejos y plantas de toda clase. Casi me dio la sensación de que me estaba haciendo que camináramos en círculos a propósito. Empezaba a darme cuenta de que Anne era bastante bromista, pero algo me decía que no siempre me iba a hacer gracia su sentido del humor.
Finalmente, nos detuvimos frente una puerta de madera (que me dio una cierta impresión de haberla visto antes, tal vez de haber pasado por delante… varias veces).
Anne llamó con los nudillos y una voz desde el interior indicó que entráramos. Se trataba de un despacho con las paredes forradas de madera oscura, con muebles a juego. Sentada tras una pesada mesa de roble, una mujer de unos cincuenta años terminaba de escribir una carta. Su pelo era plateado, recogido en un moño detrás de la cabeza. En su rostro surcado de arrugas aún quedaban signos de lo que había sido un rostro de ángel en su juventud, y que aún hacía eco en los rasgos de la dama. Sus ojos relucían como dos cristales color violeta de una poderosa Veterator. Su figura, aunque pequeña, era imponente y rebosaba autoridad. Era una mujer digna de temer de tenerla en el bando contrario, y como yo no sabía si era mi enemiga o no, eso me hacía temerla aún más. Aunque no fuera exactamente miedo lo que sentía hacia esa mujer. No era el miedo que un niño puede tenerle a la oscuridad o a los monstruos de debajo de la cama, era el temor que uno siente por el mar, que es grande y poderoso, al cual te puedes acercar e incluso meterte en él, pero siempre respetándole, porque si no tienes cuidado te puede llevar hasta las profundidades y no dejarte salir jamás.
Tras un gesto de su mano, Anne retrocedió y salió de la habitación. Yo la seguí con la mirada, suplicándole con ella que no se fuera. Ella se limitó a mostrar una sonrisa de duende y cerró la puerta. Me volví hacia la mujer sin atreverme a abrir los ojos. Conté hasta tres, suspiré y la miré directamente. Yo no era tan débil, y tras el susto inicial, había decidido no dejarme intimidar.
Los ojos de la mujer se posaron sobre mí como un plomo, pero ésta vez no bajé la vista. Ella pareció divertida, pero continuó inmutable como una roca.
-Toma asiento, Lyla Icewolf- la señora señaló a una silla forrada en terciopelo rojo oscuro que había frente a su escritorio. La obedecí y me senté-. ¿Sabes quién soy yo?
-No estoy segura de ello, señora. Pero creo que puedo deducirlo por el estandarte que esta casa luce por todas partes.
No conseguí esconder la sorpresa. Ella conocía mi nombre y mi apellido, y los pronunciaba con toda naturalidad, como si me conociera desde siempre y hubiera pronunciado mi nombre durante años. Rió suavemente antes de volver a responder.
-Soy la condesa Cordelia Anne de Blackswan.
-Es un honor, señora.
-El honor es mío, Lyla- la condesa de Blackswan se levantó, rodeó la mesa y se colocó delante de mí-, si tú eres la hija de Mariane Icewolf.
La condesa reparó en mi sorpresa. Y, aunque yo no tenía intención de decir nada, ya que las palabras no llegaban a mi boca, se llevó un dedo a los labios en señal de que no dijera nada.
-Buena postura.
-¿Perdón?
-Shhh. No es el momento de hablar.
Bajé la vista y me cosí mentalmente los labios. La condesa no quería que la interrumpieran.
-Espalda recta, tobillos juntos, manos sobre el regazo. Tus ojos son fuertes aunque tus labios tiemblan. Hace dieciocho años, una muchacha, por aquel entonces llamada Mariane Whiteheart, estaba sentada exactamente igual que tú en ésta misma silla. Por aquel entonces yo acababa de dar a luz a mi hijo Keith, y mi marido, que llevaba a cabo mi propuesta de crear y llevar las FEH, falleció apenas un mes antes. Por aquel entonces las recién nacidas FEH peligraban sin alguien que las dirigiera.
“Buscaba un ama para mi hijo, y tu madre, que apenas contaba los dieciocho años acudió a mí, necesitada de empleo. Era una Parca elegante y educada. Toda ella era dulzura y cariño. Muchas mujeres, mucho más mayores que ella, la mayoría viudas y con experiencia como madres habían venido a visitarme pidiendo el empleo. Pero Mariane tenía algo que las demás no tenían: la alegría de la juventud. Las demás habían vivido y criado a hijos que ya no estaban en sus casas y habían pasado la mayoría a ignorarlas por completo. Todas amargadas. Todas agotadas. Tristes. Mariane, aunque pobre en pertenencias y fortuna, era rica en amor e inteligencia. La alojé en mi casa y eché a las demás sin pensármelo dos veces. Me pidió que dos terceras partes de su sueldo se enviaran a una casa en un pueblo llamado Dorset. Aunque me pareció extraño, accedí. Se enamoró de mi Keith nada más verle. Lo cuidó con alegría y ternura cuando yo no pude hacerlo. La llegué a querer como a una hermana y Keith como a una madre.”
“Lo que más lamento en mi vida era no haber podido disfrutar de los primeros años de la vida de mi primogénito. En cuanto las FEH se hicieron fuertes y aprendieron a caminar por sí solas, dejé el mando en alguien de confianza y volví a ocuparme de los asuntos de mi casa. Entonces Keith acababa de cumplir tres años. Ya sabía hablar como un niño mucho mayor a su edad, y también leer y escribir. Tu madre le había enseñado tan bien y Keith la quería tanto que no quise echarla de la casa, aunque su servicio ya no fuese necesario. Pero no todo podía ser perfecto siempre. Apenas un par de meses después me pidió permiso para tomarse un descanso. Yo se lo concedí, ya que llevaba tres años trabajando sin descanso. Me dejó un retazo de papel con una dirección escrita en él y desapareció”
La condesa interrumpió su relato ahí y permaneció en silencio. Estaba de pie detrás de mí, con la mano apoyada en el respaldo de la silla. Oí un sollozo ahogado y al volverme comprobé que la condesa luchaba por contener las lágrimas. Poniendo todas sus fuerzas en conservar su entereza por unos momentos más, se arrodilló delante de mí para finalizar su relato:
-Meses después, unos días antes de la fecha en la que Mariane dijo que volvería, decidí hacerle una visita a la querida ama de mi hijo. Me llevé a Keith al pueblo en un coche muy parecido al que te ha traído aquí. Cuando llegué a la casa, me recibió un joven y apuesto Handhaber de ojos dorados que me permitió entrar a regañadientes. Cuando la vi, estaba tumbada en una cama con un precioso bebé en brazos. Aquel bebé eras tú, Lyla.
“La comadrona aún se despedía de tu madre cuando yo llegué. Mariane palideció al verme, y yo también lo hice. Me confesó que llevaba casada cuatro años y su verdadero nombre era Mariane Icewolf. Cada vez que iba sola a hacer algún recado iba a escondidas a visitar a su marido. Me había pedido las vacaciones al enterarse de que estaba embarazada de ti. Como ama me había hecho la promesa de no hacer jamás semejante cosa como buscarse otra familia fuera de las puertas de la casa de Blackswan, y yo me sentía traicionada. Keith ni siquiera entendía lo que pasaba. Estaba fascinado con el bebé, era la primera vez que veía uno. Educadamente, le dije que no era necesario que volviera a mi casa y me fui de allí con Keith llorando en mis brazos, que quería quedarse con su amita. Nunca volví a verla. Más tarde descubrí que había conseguido el empleo a costa de mentir para poder mantener a sus padres enfermos, ya que con el sueldo de su marido, Jonh Icewolf, apenas ganaban para comer los cuatro y para los costosos tratamientos médicos de los ancianos, que murieron cuando Mariane llevaba en la casa dos años. Ella sentía que tenía una responsabilidad con Keith y por eso se quedó hasta que llegaste tú. Sólo espero que puedas perdonarme por haber hecho sufrir a tu madre, ella nos quería tanto a todos en la casa…”
Por el rostro de la anciana caían dos pequeñas lágrimas cristalinas. Toda ella reflejaba dolor y arrepentimiento.
-¿P-por qué me cuenta esto ahora señora?- pregunté desconcertada-. Han pasado muchos años desde eso. No tiene por qué sufrir, puedo asegurarle que mi madre fue feliz hasta el día de su muerte. No acabo de entender por qué…
Mi voz se quebró. Era demasiado duro contemplar a aquella mujer, cual león herido arrodillada frente a mí, aferrándose a su pañuelo. La ayudé a levantarse y enseguida recuperó su fortaleza usual. Te dirigió a una de las ventanas mientras acababa de recomponer sus facciones en el orden de siempre, inmutable, majestuoso.
-Te he seguido la pista durante todos estos años. Traté de darte un futuro feliz y una vida fácil como la que le negué a tu madre. Yo me encargué de que se te concediera la beca para que pudieras ir a estudiar a la capital. Yo lloré la muerte de tus padres cuando murieron en aquel incendio hace un año. Yo pedí a tus profesores que te recomendaran para las FEH.
-Entonces ¿me está diciendo usted que no he hecho nada por mí misma en mi vida? ¿Que todas las cosas buenas que me han pasado han sido gracias a usted que desde una sombra ha intentado reparar un error cometido cuando yo acababa de nacer?- mi miedo y desconcierto se habían convertido de repente en irritación. Cuando me quise dar cuenta estaba de pie y mi voz se había elevado más de lo necesario- ¿Es que me está llamando inútil en mi cara…?- concluí en un susurro antes de que mi garganta dejara de emitir sonido alguno para dar paso a los sollozos contenidos en mis ojos inundados de lágrimas traicioneras.
-¿Quién fue la que sacó la mejor nota en el examen de admisión de la Gran Academia que sólo pasa el veinte por ciento de los alumnos que lo realizan? ¿Quién se graduó con matrícula de honor en ella? ¿Quién se hizo cargo del funeral de sus propios padres y consiguió sobrevivir por sí sola, aceptando un tutor anónimo que le pasaba una escueta pensión cada mes y se mantuvo con ella a sí misma y su mejor amiga cuyos padres habían desaparecido? ¿Quién fue la que salvó de la desesperación a su mejor amigo que había encontrado los cadáveres de sus padres en su casa cuando tenía trece años? No digas jamás que eres una inútil, Lyla Icewolf. Eres una luchadora que jamás se rendirá.
Guardé silencio. Aquella mujer lo sabía todo a cerca de mí de una manera que asustaba. ¿De dónde demonios había sacado toda esa información?
-¿Debo entender que es usted mi tutora anónima?- dije sentada de nuevo en la silla y recuperé la tranquilidad.
-Yo no soy tu tutor anónimo, lo siento.
-Pero sabe quién es.
La condesa asintió, pero no tenía ninguna intención de decirme quién era.
-Condesa ¿me ha llamado usted únicamente para contarme todo esto?
-En parte sí. Por otro lado, deseaba conocerte personalmente. Pero también quería hacerte una petición.
-¿De qué se trata, condesa?
-Quiero que te unas a las FEH. Aún tengo una estrecha relación con la organización y es el mejor futuro que te queda, y con el que más puedes ayudar a los demás.
-¿Perdón señora? Creí que ya me había recomendado.
-No es una simple recomendación, Lyla. Es una orden. El trabajo en las FEH puede resultar muy peligroso, pero es la mejor manera que se me ocurre de protegerte.
-¿Protegerme? ¿De qué? La primera persona que me ha secuestrado en mi vida es usted, y mi vida es demasiado sencilla y tranquila ahora como para tener enemigos.
-Querida niña, el problema no está en tus enemigos, sino en tus amigos- la miré sin entender. Aquella mujer decía que quería protegerme de algo, de una amenaza que yo ni siquiera conocía. Aún no sabía si creerla, pero en aquel momento estaba desorientada y sorprendida, no tenía ni la menor idea de lo que debía hacer o decir-… hay… cosas que no debes saber, Lyla. Cosas oscuras y peligrosas que deben permanecer escondidas. Algún día lo entenderás.
-Disculpe, ha dicho que el problema son mis amigos. ¿Se ha metido alguno de ellos en algún lío? No entiendo a qué puede referirse, condesa.
Permaneció en silencio, quieta como una estatua, mirando por la ventana. Entendí que la conversación había acabado ahí. Pero no podía terminar, aún no. Yo tenía demasiadas preguntas, y estaba convencida de que ella tenía respuesta para todas. Pero no me atreví a decir nada. Tal vez por miedo, por vergüenza, o quizá sólo quería volver a casa con Quirina y Gael. La condesa me indicó que saliera y buscara a Anne, que me llevaría de vuelta a casa. Entonces, aunque más tranquila y confiada, tenía incluso más miedo que antes, porque ya ni siquiera sabía qué era lo que realmente me amenazaba.

martes, 13 de julio de 2010

Crónicas de la Ciudad Dormida capítulo 3

Bueno, aquí está el nuevo capítulo de CCD. El capítulo continúa con el secuestro de Lyla.
Algunas personas me has dicho "Oye, es que esto es muy raro, empieza con el capítulo dos y..." ¡A ver! Para los principiantes que no lo sepan, los primeros capítulos están más atrás.

Ya sólo me queda decir ¡disfrutad del capítulo y no olvidéis comentar!

3
NUEVA INFORMACIÓN



El coche se movía a toda velocidad por una carretera desconocida para mí. Todos mis secuestradores tenían poderes adicionales, y además eran purasangre, como indicaba el color de sus ojos. La niña Parca estaba sentada junto al conductor. Era la primera vez que veía una tan perfecta. Era muy inusual conocer a alguna. La mayoría de ellas pertenecían a un grupo terrorista llamado La Alianza de las Parcas.
Al principio era un partido político que defendía el gobierno de los usuarios de poderes sobre los humanos, pero hace unos años comenzaron a realizar atentados en barrios de humanos y asesinatos de otros políticos, y el partido fue ilegalizado y convertido en un grupo terrorista.
La Alianza en un principio estaba formada por Parcas en su mayoría. Ésta es la especie que menos está autorizada a usar sus poderes, ya que para poder usarlos (las Parcas pueden expandir ondas de destrucción) su fuente de alimentación son fragmentos de almas humanas, y sólo los humanos con antepasados usuarios pueden reponer los fragmentos perdidos con el tiempo. La ley prohíbe que actúen, salvo en las FEH.
Por culpa de la Alianza, y por sus continuos chantajes, ataques y demás, el país se caía a pedazos. La milicia no era capaz de encontrar sus guaridas ni derrotar a los agresivos miembros del antiguo partido. Entonces, cuando todo parecía perdido y las presiones de la Alianza por hacerse con el gobierno empezaban a ceder, la casa aristocrática de Blackswan planteó una propuesta al consejo del rey: crear una fuerza especial independiente del gobierno compuesta por usuarios y humanos que combatiese la Alianza. Así nacieron las FEH, las Fuerzas Especiales Hope. Allí se unían grupos desde dos personas hasta diez donde el treinta por ciento son humanos, salvo en el caso de que haya una Parca, que tiene un compañero humano propio del que nadie más puede alimentarse. La Parca debe tener cuidado de no absorber el alma de su compañero al completo, porque entonces le mataría y estaría considerado homicidio ante la ley y no un descuido.
Gracias a ésta nueva fuerza, donde humanos y usuarios se coordinaban a la perfección, la Alianza perdió fuerza. Poco a poco, otras especies se fueron uniendo a la Alianza, y pronto hermanos de las mismas especies se encontraron luchando unos contra otros.


Estaba asombrada por estar rodeada de tantos usuarios purasangre. Los refulgentes colores de sus ojos me asustaban y al mismo tiempo despertaban admiración en mí.
La mujer, que debía tener más o menos mi misma edad y se encontraba sentada a mi derecha, tenía los refulgentes ojos dorados que correspondían a los Handhaber puros. Yo envidiaba aquellos ojos, porque los míos eran verdes, y yo creía que mis antepasados humanos me harían más débil que aquella muchacha que tenía dos soles en la cara, que hacían un afortunado contraste con su corta melena roja. Tenía la cara pálida, con pecas sobre las mejillas y la nariz. Vestía de manera sencilla y poco femenina para mi gusto. Sus ojos rebosaban una enorme inteligencia, con un cierto aire de superioridad. Se sentaba con la espalda ligeramente encorvada, las piernas separadas, las manos juntas sobre el regazo y la vista al frente. Ella representaba todo un misterio para mí en aquel entonces, y aún lo es.
El hombre, a mi izquierda, mantenía la cabeza ligeramente agachada, como si fuera un sirviente. Sus acuosos ojos violetas de Veterator estaban fijos en el suelo del auto, pero yo notaba que tenía vigilado todo el interior del coche. Tenía miedo de mirarle demasiado a no ser que se diera cuenta de que le observaba, pero estaba casi segura de que lo había advertido hacía rato. El pelo ondulado y negro como el carbón le caía sobre los hombros, dándole un aspecto un tanto vampírico. Vestía todo de negro, incluyendo la capa.
Los Veterator tienen la capacidad envejecer cualquier material que toquen, y eso incluye a las personas. Se alimentan del tiempo de vida de los humanos, y, como en el caso de los fragmentos de almas que se llevan las Parcas, los únicos humanos capaces de reponer los años perdidos son aquellos que tienen antepasados usuarios.


El hombre volvió a sorprenderme observando sus ojos violetas. Era increíblemente atento. Dio un suspiro y finalmente rompió con la espesa e incómoda atmósfera que sólo parecía molestarme a mí.
-No temas, Lyla. No es nuestro objetivo hacerte daño- hablaba como si fuéramos amigos. Su voz era increíblemente dulce y se expresaba de forma rica y exquisita.
-¿Y por qué me secuestráis? Si esperáis un rescate sustancioso por mí, olvidadlo, soy más pobre que las ratas.
Mentía con mi pobreza, pero tampoco es que fuera propietaria de ninguna fortuna. Mis ahorros se limitaban al dinero que mis padres me habían dejado antes de morir. Yo tenía casi claro que dinero no era lo que querían, ya que parecían estar podridos de él, al menos desde mi punto de vista. Pensé que aquella era gente refinada, pero no me cuadraba nada con el concepto del secuestro.
La chica a mi lado sonrió. Definitivamente creía que yo era estúpida. Ya le daría una lección más adelante, de momento el único que se dignaba a hablarme era el hombre.
-¿Secuestro? ¡Nada de eso!
-Demuéstralo- corté yo.
-¿Cómo?- preguntó, seguro que más interesado en mi respuesta que en hacer caso a mi petición.
-Déjame ir.
-No puedo hacer eso.
-Entonces es un secuestro.
Él miró al techo pensando en lo que me iba a responder. No había razones para que alguien forrado lo suficiente como para tener un coche como aquel quisiera secuestrarme a mí.
-¿Reconociste el emblema que hay grabado en la puerta?
¿El emblema? No, no lo había reconocido, pero en ése momento ya apenas me acordaba de él. La chica se llevó la mano al bolsillo y sacó un pañuelo en el que lo llevaba bordado sobre las iniciales A.B.
La imagen era un cisne negro con las alas plegadas nadando en aguas plateadas con un cielo escarlata de fondo. De pronto lo reconocí. Lo había visto infinidad de veces en libros de historia. Pertenecía a la famosa familia que había propuesto la creación de las FEH, probablemente la más poderosa de todo el país
-¡Es el escudo de la casa de Blackswan!- exclamé sorprendida. Mis pensamientos perdieron el hilo. Había elaborado por lo menos veinte teorías de quién podía ser ésa gente, pero entre ninguna de ellas figuraba que pudieran ser de la honorable casa de Blackswan.- ¿Por qué?
-Aún no lo sabrás- dijo la chica-. Hasta que lleguemos a nuestro destino. Mi nombre es Anne.
-¿Eres una criada de la condesa?
La pálida cara de Anne enrojeció.
-Anne es la hija menor de la condesa- aclaró el hombre-. Andrea y yo somos criados. Mi nombre es Giovanni.
Supuse que Andrea era la niña Parca. Aunque tenía muchas preguntas para Anne y Giovanni, mantuve la boca cerrada durante el resto del viaje. Ahora que sabía que eran gente importante tenía más miedo que antes. Se me ocurrió que podían ser una familia de corruptos en lugar de las buenas personas que aparentaban ser ante el mundo, pero en caso de no ser así no tendría por qué tener miedo.
No recordaba haberme metido en el camino de ningún noble, ni siquiera conocía a ninguno en persona, no había ninguna razón para que nadie quisiera matarme. Mi cabeza ya no daba para más teorías. Los nuevos datos que tenía podían ser muy buenos o podían igualmente significar mi final.
¿Podría sobrevivir a ése día?

lunes, 21 de junio de 2010

Angel's Soul capítulo 2



Bueno, tras otro mes de trabajo aquí estña el capñitulo 2 de Angel's Soul. A petición popular, he añadido un prólogo, así que lo que tengo que explicar está ahí. He añadido un juego, que explico en el prólogo. Espero que lo disfrutéis ¡y no olvidéis comentar!

http://www.megaupload.com/?d=7GS0IZOE

domingo, 13 de junio de 2010

Crónicas de la Ciudad Dormida: Rojo Sitiens, Azul Parca

Bueno, aquí está el capítulo 2 de Crónicas de la Ciudad Dormida. En ésta ocasión Lyla recuerda un trágico episodio de su pasado.
En cuanto a Angel's Soul, dentro de poco acabaré el capítulo 2. No, no es broma, ésta vez es de verdad.
No os molesto más, os dejo con Crónicas de la Ciudad Dormida.


2
ROJO SITIENS, AZUL PARCA


3 de julio de 1920.
Dorset


Mis padres acababan de darme la noticia: me iba a estudiar a la Gran Academia, donde aprendería a potenciar mis poderes y a convertirme en una Handhaber poderosa. Nos habían dado la beca a Quirina y a mí, aquello era increíble. Corría aceleradamente detrás de mi amiga. Queríamos contárselo todo a Gael, pero Quirina empezaba a dejarme atrás. Siempre me había superado en actividades físicas, pero yo tampoco había hecho nada para evitarlo.
-¡Quirina, espera! ¡Quirina!
Mi amiga Sitiens relajó el ritmo hasta pararse. No parecía cansada. Me aparté del camino de tierra para poder sentarme sobre la fresca hierba verde que crecía junto a todos los caminos de Dorset.
-¿Quieres parar un rato?- preguntó ella-. Podemos hablar con Gael más tarde.
-¿Y entonces por qué te empeñaste en llegar allí tan rápido?
Quirina rió. Le parecía cómico verme sin aliento. A veces su naturaleza de Sitiens podía llegar a ser un poco siniestra. Se sentó a mi lado.
-¿Cómo crees que se lo tomará Gael?- pregunté yo.
-Seguro que bien. Es un privilegio que nos hayan dado la beca. Allí estudian niños ricos y superdotados.
Al decir “superdotados” Quirina no quería decir intelectualmente, sino la habilidad a la hora de controlar sus poderes. Ella sí era una superdotada en ése aspecto, pero yo… Apenas era capaz de atraer hacia a mí un vaso de agua sin derramar el contenido. Había aprobado el examen teórico por mis propios medios, ya que en el pueblo tenía fama de estudiosa. Pero había superado el examen práctico gracias a Quirina.
-No me refería a eso- dije yo con la cabeza gacha-. Vamos a estar tres años estudiando fuera, y apenas tenemos vacaciones… Me preguntaba si Gael nos echará de menos. Nos ha ayudado mucho con los exámenes. Nos dejó usarle para poder practicar nuestros poderes…
-Tú todavía te sientes culpable por alimentarnos de él. Si alguien aquí tiene que sentirse culpable, ésa soy yo.
-¿Tú?
-La que le ha chupado la sangre soy yo. Tú al menos te alimentas de algo que no es físico.
“Alimentarnos”… Aquella era una palabra muy fuerte, pero a Quirina no parecía importarle. Nuestro amigo nos había permitido tomar de él lo que necesitábamos, y a mí no me gustaba. Para mí era incluso peor ver en sus ojos cómo le arrebataba su fuerza que ver cómo Quirina le hincaba los dientes en el cuello. Yo siempre me andaba planteando ése tipo de cosas y nunca llegué a tener claro si realmente era correcto tomar los recursos de los humanos, aunque fuera para protegerlos. Estaba continuamente comiéndome el coco con dilemas existenciales, y no había mucha gente que compartiera ése tipo de pasatiempo, a excepción de Gael. Manteníamos conversaciones verdaderamente complejas que se escapaban incluso para los desarrollados sentidos de Quirina. Al final por respeto a ella decidimos dejar ése tipo de conversaciones para cuando estuviéramos solos.
-¿Te sientes culpable?- pregunté yo.
-En absoluto- respondió de inmediato y sin dudar.
Sonreí por no llorar. Quirina era realmente directa y no se andaba con rodeos. Todo lo contrario a mí, tan formal con los extraños. Fría incluso, con aquellos que me miraban como a una extraterrestre e intentaban hacerse los listillos conmigo, o bien con los culpables de aquello que yo llamaba “negligencia existencial”. Me había ganado a pulso el título de vacilona de la comarca, aunque lo malo era que la mayoría de las personas no me entendían cuando hablaba.
-Hablas como un vampiro- dije yo medio en serio medio en broma.
Mi amiga rió. No era tanto un vampiro como ella se pensaba. Acabaría envejeciendo como cualquier mortal. Los crucifijos, los ajos y las estacas de madera no la asustaban. Tenía eso que todos los que vivimos en éste planeta tenemos en común. La gente lo llama “humanidad”. Supongo que los que inventaron ése término no conocían a los Handhaber, ni a los Sitiens, Parcas o Veteraror. Estas cuatro especies surgieron después que los humanos. Los textos los describen como monstruos que aparecieron destruyendo a los humanos y causando el pánico entre las primitivas ciudades y pueblos de aquella época. Las pinturas antiguas mostraban criaturas terroríficas que nada tenían que ver con los humanos. Los libros de historia decían que acabaron tomando forma humana y se integraron en la sociedad. Nuestro cuerpo es lo que las cinco especies tenemos en común. Salvo en algunos detalles era prácticamente imposible diferenciar a un Veterator de un Humano

Quirina se puso de nuevo en pie y sin previo aviso comenzó a caminar de nuevo hacia la casa de Gael. Yo hice lo mismo y la seguí.
La puerta estaba abierta cuando llegamos. Oímos débiles sollozos que llegaban desde el interior de la casa. Un rastro de sangre había quedado impreso en el suelo junto huellas de manos y zapatos, de agresores y víctimas. Quirina se quedó tiesa y su piel empalideció más que de costumbre. Incluso yo noté cómo el aroma de la sangre, imperceptible para mí, entraba por sus fosas nasales despertando a esos instintos olvidados que impulsó a los monstruos del pasado a cometer atrocidades contra los humanos.
-¿Es duro?- pregunté.
-Sí- dijo con dificultad. Habíamos estado entrenando sin Gael y Quirina notaba la diferencia-. Sobrevivirá.
Ella se refería a Gael y a los humanos que hubiera en la casa. Asentí. Ella se tapó la nariz. Yo odiaba que mi amiga hablara de terceras personas cuando tenía sed. Me ponía nerviosa la poca seriedad con la que hablaba de la vida y la muerte y el desparpajo que tenía de referirse a las personas como si fueran comida.
Los sollozos provenían de la segunda planta. Subimos a toda velocidad tan rápido como nuestras piernas ya cansadas por la carrera nos permitieron. Quirina llegó primero. El rastro nos llevó hasta la habitación de los padres de Gael. Allí, en el suelo, dos cuerpos descansaban en ensangrentados y sin vida mientras Gael llamaba a sus padres que ya no podían oírle. ¿Quién había cometido semejante atrocidad? Quirina luchó contra sí misma y sus instintos de alimentarse y yo la empujé fuera de la habitación, instándole que fuera a buscar ayuda. Yo me di la vuelta y tomé a Gael entre mis brazos como buenamente pude, Gael era más grande que yo. Estaba empapado en sangre y no conseguía articular palabra. Su cara, que acostumbraba a lucir una sonrisa tranquila, ahora estaba contraída en un rictus de dolor. Comprobé el pulso los cuerpos, aunque no hacía falta, yo ya sabía que estaban muertos. Traté de ocultar la cara de Gael en mi pecho para que no los pudiese mirar mientras rezaba para que Quirina volviese pronto y nos sacase a mi amigo y a mí de aquella desafortunada pesadilla. Y yo sabía perfectamente qué tipo de personas había hecho aquello. El matrimonio ahora sin vida estaba cubierto de mordeduras por todo el cuerpo. Las heridas ya no sangraban porque sus cuerpos estaban vacíos. Aquello era obra de Sitiens.


Exactamente tres años después.


-Lyla, levanta- Quirina me llamaba.
¿Qué era ése sonido? Repetitivo, continuo. De pronto me acordé. El tren. Aún me pesaban los párpados como si fueran dos cortinas de plomo. A través de ellos pude distinguir algo de luz. Ya no era de noche. Abrí los ojos despacio y vi a Quirina frente a mí. Sus ojos del color de la sangre brillaban como rubíes y en su cara se dibujaba una inusual y serena sonrisa
-Hay algo que debes ver- susurró.
Me incorporé y me dirigí hacia donde Quirina apuntaba con la cabeza: la ventana.
La luz del alba rayaba el horizonte con matices rojos y violetas. Las praderas verdes se extendían hasta donde se perdía la vista y se podían distinguir las casas blancas de mi amado Dorset. Alrededor del centro y a través de toda la pradera pequeñas casitas despertaban después de la tranquila noche. El río plateado refulgía con las luces del amanecer y cruzaba rompiendo el verde intenso llevando un agua tan fresca que desde el tren uno ansiaba sumergirse en ella y dejarse llevar por la suave corriente. Volvía a estar en casa.
Un rato más tarde Quirina y yo bajábamos del tren. La estación estaba llena de gente. Quirina y yo buscábamos a Gael, que había prometido por carta venir a recogernos. Mi amiga olfateaba el aire en busca de su esencia, pero en la estación llena de gente los olores se mezclaban.
La dejé con su rastreo y me dispuse a buscarle por mi cuenta. En estación había muchas personas, pero mi amigo no aparecía por ningún lado. De repente, sentí algo que se agarraba a mi mano. Algo pequeño, suave. Una manita. Miré junto a mí y vi a una niña que llevaba un vestido blanco y cubría su cabecita rubia con la capucha de una capa negra. Me miró con unos ojos azul Parca. Se puede saber la especie de algunas personas según su color de ojos, aunque no era una información siempre fiable. La pureza del color depende de que todos los antepasados de uno sean puros de una especie o no. Un antepasado humano vale para oscurecer los ojos de una Parca. No existen los mestizos, si un humano se junta con un Sitiens el resultado será un bebé humano, pero no se sabe de qué especie será el hijo de una pareja Veterator-Handhaber o de cualquier otra especie con habilidades adicionales. Aunque el caso de aquella niña era el de una Parca perfecta, con los ojos tan azules que eran casi blancos, brillantes, difíciles de mirar durante mucho rato.
Me quedé sin saber qué decir, mientras la niña, con una sonrisa perspicaz y misteriosa, pero a la vez infantil, me arrastró a través de la estación, completamente en silencio con movimientos ágiles, a diferencia de los míos, que al llevarme de la mano me obligaba a ir encorvada, tropezando continuamente a través del suelo de piedra. La misteriosa niña encapuchada me arrastró hasta un rincón apartado de la estación, donde otra figura encapuchada, mayor que la de la niña, estaba de pie en una esquina.
En ese momento pensé en gritar pidiendo auxilio, pero el revólver que la figura mayor me mostró ahogó mi grito.
-No temas- dijo una joven voz varonil bajo la capucha-. Ven con nosotros y no te pasará nada.
-No pienso ir con vosotros.
Traté de retroceder, pero alguien me sujetó. Ahora eran tres. El pánico inundó mis pulmones y mi respiración se aceleró. Habían sido listos, me habían alejado lo suficiente de Quirina para que no se pudiese percatar de que yo estaba en peligro. Y para ello habían usado a la niña. Maldición. Había caído en una trampa de lo más estúpida. Quirina se hubiera reído de mí de haberme visto.
-Cálmate, Lyla. No te haremos daño si haces lo que te pedimos y vienes con nosotros- dijo la persona que me había cerrado la salida por detrás. Era una mujer.
-Sígueme- dijo juguetona la niña empezando a andar dando pequeños saltitos. Había algo en ésa cría que me inquietaba, que me hacía temer. Tendría más cuidado con ella de entonces en adelante.
La mujer detrás de mí me empujó levemente hacia el frente y me ordenó que caminase. Ambos, el hombre y la mujer, se situaron detrás de mí para vigilar que no escapara, mientras la niña me guiaba hacia la salida de la estación. El día soleado empezaba a nublarse para mí. Frente a nosotros había un coche negro con un escudo pintado en la puerta. Era algún tipo de emblema nobiliario que me sonaba de haberlo visto antes en algún sitio. El hombre se adelantó y abrió la puerta trasera del auto y me hizo entrar. ¿Por qué yo me metía en aquellos líos?

viernes, 21 de mayo de 2010

5elementos saga 3

5elementos, el famoso manga de Jesulink (autor de Raruto, ganador de 2 premios, uno para 5elementos como mejor manga español, y otro como mejor ilustrador y autor español), estrena nueva temporada. El pasado miércoles, 19 de mayo, estrenó nueva páguna web. Y ayer, 20 de mayo, se estrenó el nuevo opening. Ésta vez Jesulink utilizó el 2º ending de Gurren Lagann. Aquí dejo el enlace para ver el opening (sí, no sé poner los videos directamente, pero ya aprenderé, paciencia). En los links de la derecha hay un enlace a la página de Jesulink donde podréis descargar hoy el nuevo capítulo.

domingo, 16 de mayo de 2010

Crónicas de la Ciudad Dormida: La Graduación.

Este es el principio de una nueva saga escrita creada por mí: "Crónicas de la Ciudad Dormida". Aquí dejo el primer capítulo. La idea de la saga se me ocurrió después de un sueño que tuve, y una semana después estaba revisando el capítulo. Pronto subiré un dibujo con los personajes principales. ¡Que lo disfruteis! ¡Y no olvideis comentar!

En cuanto al segundo capítulo de Angel's Soul, está en proceso. Voy avanzando lentamente, pero avanzando después de todo. Me gustaría tenerlo para finales de mayo, pero nuca se sabe. Bueno, no me enrollo más. Os dejo con "Crónicas de la Ciudad Dormida".



1

LA GRADUACIÓN

En el mundo existen cinco tipos de seres inteligentes que habitan y conviven en relativa paz y armonía sobre la faz de la Tierra: Humanos, Sitiens, Handhaber, Parcas y Veterator. Los cuatro últimos están dotados de capacidades que los humanos nunca han sido capaces de imitar. Pero los cuatro, Sitiens, Handhaber, Parcas y Veterator, tienen algo en común: para usar sus poderes tienen que alimentarse de una parte de los humanos, si no quieren que al usar sus poderes enfermen y mueran. Mi nombre es Lyla, soy una Handhaber, y ésta es mi historia.

El día de la graduación fue un día soleado. Era a mediados de junio, y hacía bastante calor. El frío había deseado quedarse con nosotros más tiempo de lo normal, y aquellos eran los primeros días de verdadero calor. Aún estaban en mi mente los últimos días de mayo, cuando comenzaba la época de los exámenes finales y nosotros nos tomamos un descanso para celebrar el decimoquinto cumpleaños de Quirina. Era el día veinticinco de mayo de 1923. Tras una cena en la que sólo estuvimos nosotras dos, Quirina me hizo una pregunta. Probablemente, una de las más importantes que me hayan hecho nunca.

-Lyla, ¿Has pensado en tu futuro?

Me pilló completamente desprevenida. Claro que había pensado en mi futuro. Pero incluso Quirina sabía que no terminaba de decidirme.

-Sí- respondí-. Pero sigo indecisa.

-No sabes si volver a Dorset o seguir el consejo de nuestros profesores…

-… e ingresar en el FEH.

Quirina no respondió. En nuestra escuela nos habían enseñado a utilizar y madurar nuestras “capacidades adicionales”, a hacernos más fuertes, inteligentes, rápidas y mortíferas en combate.

Quirina era una Sitiens, y como el resto de los de su especie tenía unos sentidos, como decía yo, exageradamente desarrollados. A través de los sonidos que llegaban a su oído, era capaz de ver el lugar en el que estaba, o el que no podía ver. Reconocía a las personas por su olor, y sabía de qué especie era cada una. Tenía reflejos rápidos y agilidad felina, lo cual yo envidiaba. Nunca se le escapaba nunca, pero su personalidad algo impulsiva la llevaba a hacer acciones de las que pronto podía arrepentirse- aunque nunca lo reconocería-.

Yo, como Handhaber, tenía la facultad de manipular la materia de mi alrededor con el poder de mi mente. Era una práctica difícil, puesto que es complicado hacerse fuerte con el tipo de habilidades Handhaber. Pero aquellos que llegaban a hacerse realmente fuertes, no tenían nada que envidiar a los Sitiens. También podía manipular a mi propio cuerpo, lo que me permitía volar. No muchos en mi clase lo habían conseguido, y yo aún no lo dominaba. Era fácil perder la concentración y caerse.

-Hace tres años que nos fuimos de Dorset a estudiar a la capital- dije yo con nostalgia y expresión triste-. Y no volvemos desde que mis padres murieron hace dos años. Me gustaría ir allí…

-¡Está bien!- dijo Quirina en mitad de uno de sus repentinos cambios de humor. Ahora se mostraba entusiasta- ¡Te llevaré a Dorset! ¡Volveremos juntas y luego decidirás lo que quieres hacer!

Sonreí. Si Quirina lo decía, no me fallaría.

La luz del amanecer se colaba por las rendijas de la persiana del tren. Quirina estaba sentada frente a mí y observaba el horizonte con sus vivos ojos rojos. Era el dieciséis de junio de 1923, y tras la graduación Quirina estaba cumpliendo su promesa de volver con migo a Dorset.

Aún resonaban en mi cabeza las palabras del tutor de nuestro curso, días antes de la graduación:

“- Tenéis un gran potencial en combate, las dos. Deberíais entrar a formar parte de las Fuerzas Especiales Hope…”

El FEH es una organización dependiente del gobierno que guarda la paz entre las distintas especies. Era una profesión emocionante a la que todos los niños quieren dedicarse pero ningún en sus cabales intentaría serlo. En él entraban personas de las cinco especies

Todas las especies (a excepción de los Humanos) tienen que alimentarse de los humanos para poder usar sus habilidades adicionales. Si agotamos nuestras reservas, podemos morir. Sin usar nuestras habilidades, podemos sobrevivir unos años sin alimentarnos de los humanos. A mí, como Handhaber, me toca consumir un aspecto bastante abstracto: la fuerza mental. Unas personas son más fuertes que otras, y yo utilizo esa fuerza. Es principalmente el rendimiento cerebral de cada uno.

Quirina, como Sitiens, utiliza algo más material: la sangre.

Mi mente voló hacia los días en los que Quirina, Gael, amigo nuestro de la infancia, y yo, corríamos por los campos que rodeaban Dorset. Gael era un Humano, y nosotros tres los únicos niños en varios kilómetros. No había escuela cerca, así que mi madre, que había sido profesora, nos daba clase. Éramos el trío más pintoresco de Dorset. Una Sitiens, un Humano y una Handhaber.

Gael. Hacía dos años que no le veíamos. Ese humano al que los padres de Quirina miraban por encima del hombro. Siempre lleno de energía y buenas palabras. Dentro de poco le volveríamos a ver…

¿Cuánto puede cambiar una persona en dos años?