sábado, 23 de octubre de 2010

Crónicas de la Ciudad Dormida: capítulo 5

¡Por fin! Después de tanto tiempo, el capítulo 5 está completado. Espero que os guste mucho. Llevaba algún tiempo queriendo llegar a esta parte de la trama. Bueno, pero no os voy a spoliear el capítulo, así que aquí os dejo con el capítulo de hoy, ¡comentad!


5
LAS LEYES INAMOVIBLES


“Cuando un Sitiens se entrena, se hace fuerte, rápido. Cuando consiga con maestría el manejo de las armas blancas, sea capaz de identificar el olor de su presa, fundirse con las sombras y hacerse uno con ellas, entonces será maestro. El poder del Sitiens reside en su fuerza. Su cuerpo es su mejor arma y la sangre de los humanos la fuente de su poder.

Cuando una Parca aprenda a analizar el entorno que la rodea, a almacenarlo en su mente y expandir la muerte y la destrucción a su alrededor con la potencia con la que el viento arrasa la tierra e impulsa el mar que erosiona la roca y expande devastación, entonces será maestro. La fuerza de la Parca está en su ferocidad y el alma de los humanos alimenta su fuerza.

Cuando un Veterator sea capaz de pudrir la madera y oxidar el metal. Cuando consiga convertir a la más bella de las jóvenes en una anciana decrépita y a las puertas de la muerte entonces será maestro. Su poder se encuentra en su propia vida, en la propia muerte, el cuál aumenta con la salud y vigor de los humanos, y los hace suyos para incrementar su poder.

Pero ¿cuándo alcanza el Handhaber la maestría? ¿Lo hará acaso cuando consiga levantar a la más pesada de las criaturas? ¿O tal vez cuando sea capaz de hacerse levitar a sí mismo? La fuente de su alimento reside en lo más profundo de la mente en su término más abstracto, y su fuerza no se mide como la de los Sitiens. Tampoco mata ni acorta el tiempo de vida, como el Veterator, ni destruye como la Parca…”

Aún recuerdo cuando el primer año en la Academia una profesora, la más sabia de la que allí aprendí y a la que siempre guardaré en mi memoria, nos leyó este fragmento de Las Criaturas Luminosas, el libro que sentaba las bases de las cinco especies con alma y razón que habitan juntas en la Tierra y con el que estudiábamos en clase. Yo podía recitarlo de memoria.

“En el mundo existen cinco tipos de seres inteligentes que habitan y conviven en relativa paz y armonía sobre la faz de la Tierra: Humanos, Sitiens, Handhaber, Parcas y Veterator. Los cuatro últimos están dotados de capacidades que los humanos nunca han sido capaces de imitar. Pero los cuatro, Sitiens, Handhaber, Parcas y Veterator, tienen algo en común: para usar sus poderes tienen que alimentarse de una parte de los humanos, si no quieren que al usar sus poderes enfermen y mueran.”

Fue escrito por cinco sabios en los primeros tiempos en los que las especies usuarias hicieron su aparición en la historia. Sus nombres desaparecieron con el paso del tiempo, nombres que ya nunca nadie recordó. Allí fueron por primera vez recopiladas las características básicas que regían la genética de las cinco especies. En él, se encontraban las tres normas, las Leyes Inamovibles que limitaban nuestras existencias y capacidades, y que ninguna criatura había violado hasta el momento:




1. De la unión de un usuario y un humano se engendrará un humano. De la unión de dos usuarios surgirá otro usuario perteneciente a la especie del progenitor más puro.
2. No podrá existir mestizo alguno que albergue dos poderes en su interior.
3. El usuario que no se alimente de los humanos en el aspecto propio de su raza al menos una vez en su tiempo de vida morirá antes de los diez años de edad, dependiendo de la fuerza de la criatura.

Nadie podía romperlas, e intentarlo era una monstruosidad, ya que estaba considerada una mutación aborrecible, además declarada ilegal por las leyes de todos los países del mundo.


Los recuerdos volvían a mí cada vez que deslizaba mis dedos entre las páginas de mi ejemplar de Los Seres Luminosos, y cada vez que lo abría y leía me hacía la misma pregunta. ¿Por qué los cinco sabios habían decidido bautizar al conjunto de Humanos, Sitiens, Veterator, Parcas y Handhaber con ese nombre que titulaba su obra escrita?
Desde que el mundo es mundo grupos de usuarios han intentado esclavizar a los humanos. Cada especie ha defendido su supremacía sobre las demás, sin excepción. Aunque en ese momento nuestro país gozaba de un periodo de relativa paz, siempre nos habíamos matado entre nosotros. ¿Cómo podíamos ser, entonces “Criaturas Luminosas”? Se escapaba a mi entendimiento, cosa que me frustraba. Tras varios años haciéndome la misma pregunta, decidí olvidarla.


Después de salir de la mansión Blackswan, me volvieron a montar en el coche y les pedí que me dejaran en la estación. Como ya había supuesto, Quirina ya no estaba allí, y decidí volver a pie a casa de Gael, en el campo. Me encontraba a quince minutos a paso de Sitiens del pueblo, y a tres cuartos de hora de la casa. Pensé que me vendría bien un paseo y eché a andar.

Dos horas después Quirina me encontró llorando en un callejón de Dorset. Ella me llevó a casa, me metió en la cama y me dijo que descansara.


Aunque pensé que no podría conciliar el sueño esa noche, dormí a pierna suelta hasta aproximadamente hasta las cinco y media de la mañana. Fue cuando me di cuenta de donde estaba: aquellos muebles desgastados y aquellas maquetas de hidroaviones pertenecían al cuarto de Gael. No me extrañó el hecho de que estuviese allí, porque, pensando bien, era la única cama disponible. La casa era pequeña y solo tenía dos habitaciones, una de las cuales había pertenecido a los padres de Gael y había permanecido cerrada desde el día de la tragedia. Había pasado allí muchas veces, cuando de niños los tres dormíamos juntos (o más bien, pasábamos toda la noche jugando). En esas noches dormíamos arrebujados en aquella cama, que era bastante grande para tres niños pequeños. Quirina y yo dormíamos con la cabeza junto al cabecero, y él en posición inversa. Nos gustaba jugar a la guerra, siempre contra el pobre Gael, que, siendo superado en número por el enemigo, siempre perdía o se veía obligado a batirse en retirada. La batalla acababa cuando su madre aparecía en la puerta con el ceño fruncido y las manos en las caderas en gesto autoritario. Entonces, ambos bandos hacían un alto el fuego para fingir un profundo sueño frente al temible alto mando.

Me incorporé y me acerqué al cajón de la mesilla. Sabía que Gael guardaba un ejemplar de Las Criaturas Luminosas allí. Lo cogí y empecé a leer, suponiendo que a esas horas no habría nadie despierto en la casa. Después de algunas páginas, alguien muy cerca de mí dijo:
-¿Ayer me tuviste buscándote hasta las tantas y ni siquiera puedes darme los buenos días?
Sobresaltada, alcé la vista. Estaba sentado en la mecedora en el otro lado de la habitación y me observaba fijamente. Había crecido varios palmos desde la última vez que le había visto, sus hombros eran más anchos y sus rasgos se acercaban ahora más a los de un adulto. Su pelo negro estaba revuelto y le caía sobre los ojos exactamente igual que siempre, y sus dulces ojos azules brillaban reflejando el sol del amanecer. El niño que conocí era ahora un muchacho.
-¡Gael! ¿C-cuanto tiempo llevas ahí?- dije completamente sonrojada subiendo la manga de mi camisón, que se había deslizado por mi hombro casi hasta el codo y a la que no había prestado mucha atención hasta el momento. Se levantó de la silla y volví a dejar el libro en la mesilla, algo cohibida, porque, aunque fuera el de Gael, había pasado la noche en la habitación de un chico con él a apenas dos metros.
Tras el pequeño susto, salté de la cama y le abracé. Se veía cansado y parecía que había dormido en aquella silla. Por las pintas, parecía no haberse cambiado de ropa desde el día anterior. Aún conservaba el agradable olor a verano y pan recién horneado que yo recordaba. Lo aspiré tanto como pude, reviviendo momentos que habíamos pasado jugando a los dragones y los caballeros, en los que siempre Gael era el dragón, yo la princesa y Quirina el caballero de la brillante armadura.
-Nos tenías preocupados a todos- dijo al fin, separándose y cubriéndome con la manta que él había usado durante la noche-. Quirina vino a casa muy asustada diciendo que no te encontraba, y llamamos a la policía. Te buscamos durante horas hasta que ella te encontró y te trajo aquí. Cuando yo llegué ya estabas dormida.
- Siento muchísimo haberos preocupado tanto. Surgió…- bajé la vista al suelo, sin saber explicar muy bien lo que había pasado- … algo.
- No me vas a decir que pasó ¿verdad?
En sus ojos había comprensión, pero también dolor. Esperaba que siguiera confiando en él, y yo quería contarle todo, pero…
-… No sé si debo decirlo… aún.
- No pasa nada- dijo poniendo la mano en mi mejilla-. Está bien. Sólo dime qué le contamos a Quirina para que no se ponga histérica.
-Mmmm… creo que diré que me apeteció dar un paseo.
Gael sonrió.
-Está bien.


Después de eso, tomé un baño y después bajé a desayunar. Cuando llegué allí, además de Quirina y Gael, había un hombre de unos cincuenta años sentado a la mesa. Los tres conversaban animadamente mientras se atiborraban a bollos y café.
-¡Buenof díaf, Lyla!- dijo Quirina con la boca ocupada en una napolitana (o quizá fueran dos…)- ¡Fiéntate, aún quedan churrof!
-No tengo mucha hambre…
-Tonterías- dijo Gael prácticamente colocándome en la silla-. Ahora mismo te bebes un vaso de café.
-Bueno… está bien.
-¿Qué demonios estuviste hiciendo ayer?- inquirió Quirina después de tragar.
-Dando un paseo- dijimos Gael y yo al unísono. Ella no dio muestras de que la hubiéramos convencido y siguió con su ingente desayuno.

-Haré las presentaciones- dijo Gael refiriéndose al hombre, que observaba divertido la escena- Lyla, este es mi tío Marcoh. Viene del oeste.
-Así que esta es la pequeña de Marianne y Yoaquim Icewolf. Te pareces mucho a tu padre- dijo él.
-¿C-conoció usted a mis padres?
-Sí. Bastante bien además. A tu padre cuando tenía más o menos tu edad. Es un placer conocerte al fin.
-El placer es mío, señor- ¿qué hacía ese hombre ahí? Aunque era el tío de Gael, no había oído hablar de él en mi vida-. Y, exactamente, ¿qué relación tenía usted con mis padres?
Marcoh sopesó mucho sus palabras antes de decir nada. Aproveché ese instante para poder analizarle. Su rostro era agradable, con algunas arrugas en la frente y junto a los ojos, que eran refulgentes y dorados, de Handhaber puro, como nunca los había visto antes. Ni siquiera los de aquella muchacha llamada Anne podían llegar a tener ese brillo. Aquello me pareció algo sospechoso. Su pelo estaba bien peinado, hacia un lado, y las canas empezaban a aflorar en la parte delantera. Vestía un jersey color burdeos que distaba mucho de estar nuevo. Todo en aquel hombre era agradable, cálido y simpático.
-Se podría decir- dijo tras una breve pausa-, que yo era el maestro de tu padre.
¿Maestro? Si mis padres vivieran, sus edades distarían en menos de diez años con la de ese hombre. Además, la maestra de mi padre fue su madre, que era profresora. Continué con el interrogatorio.
-Y ¿es usted tío directo de Gael?
-Sí, soy el hermano de…
- Mi madre- dijo Gael.
-Así es. El hermano de su madre.
-Debo admitir, señor Marcoh, que nunca había oído hablar de usted.
Marcoh se encogió de hombros y removió su taza. Quirina, que continuaba con su banquete mañanero, observaba el bombardeo desde su lado de la mesa. Después de un rato, Gael salió en su defensa.
-Mi tío vino del oeste hace unos seis meses, hasta ahora apenas le conocía, por lo que es normal que no os hablara de él.
Estaba claro que mi amigo estaba algo hastiado de mis preguntas, porque las lanzaba como cuchillos. Era uno de mis rasgos, y que solo Gael, Quirina y muy pocas personas más podían advertir. Los desconocidos ni se daban cuenta de mi escondida agresividad, y la verdad es que yo tampoco notaba nada hasta rato después.
-Marcoh, ¿me permitiría hacerle una pregunta más?- dije, mientras Gael ponía los ojos en blanco y mascullaba algo como “esta chica no tiene caso”.
-Claro, chiquilla, desembucha.
-¿Cómo es que si el abuelo de Gael, su padre, era una Parca pura, su abuela una humana y, por lo tanto los hijos de ambos humanos, es usted un Handhaber puro?




Abuelo °° Abuela
(Parca) (Humana)

Padre °° Madre _______ ¿Marcoh?
(Humano) (Humana) (Handhaber)

Gael
(Humano)